Soy el primero en salir en defensa del cine español siempre que sale el troll
de turno diciendo que todas las películas que se hacen en este país son
igual de malas. Soy especialmente vehemente cuando se trata de una
producción de género, ya que salen algunas muy buenas de cuando en
cuando – el año pasado llegué a nombrar a una como la mejor película estrenada en 2011-, pero lo que nunca haré será defender un largometraje por el mero hecho de ser español. ¿El motivo? Pues que también se hacen grandes bodrios o simplemente películas que no merecen la pena, siendo éste el caso de ‘El cuerpo’ (Oriol Paulo, 2012), cinta que llegó este pasado viernes 21 de diciembre a los cines de toda España.
Uno de los grandes males que asola al cine de género es la aparente
necesidad de muchos por contar con un giro final que ponga todo patas
arriba causando un gran impacto en un espectador que no se veía venir lo
que acaba sucediendo. No tengo nada en contra de ello cuando los
responsables de la película han ido dejando pistas a lo largo de la
película, algo que puede traducirse en un desenlace un tanto previsible –
tal y como pasaba en la reivindicable ‘Sinister‘
(Scott Derrickson, 2012)-, pero la sorpresa por la sorpresa es uno de
los grandes cánceres que puede acabar destruyendo obras relativamente
estimulantes hasta ese momento. El caso de ‘El cuerpo’ cae de lleno en
este último grupo – aunque sin ser para nada gran cosa hasta que llega
el último acto-, ya que su disparatado giro final deja
bien claro que Paulo no ha sido honesto con el espectador y ha creado
todas las dudas posibles para que nadie se espere lo que acaba
sucediendo, consiguiendo así que no tenga ningún tipo de sentido y tenga
que echar mano de flashbacks que caen de lleno en el absurdo para
intentar atarlo todo. Este tramposo recurso es lo que termina por
destruirla, pero no es el único punto débil de la misma.
Hay que reconocer que si una cosa merece la pena salvar de ‘El cuerpo’, eso es el trabajo de Paulo tras las cámaras, ya que sabe aprovechar la ambientación dentro de un instituto anatómico forense y el buen trabajo de Óscar Faura
en el apartado fotográfico para que la película se caracterice por una
elegancia visual que le hace a uno pensar más en un solvente thriller
americano que una producción española relativamente modesta. Sin
embargo, la inexperiencia de Paulo hace acto de presencia en
determinados momentos faltos de inspiración o con tendencia a la
reiteración – esos planos acusatorios hacia el personaje de Hugo Silva- o
pequeñas torpezas en los saltos temporales para añadir riqueza a la
acción presente. Fallos más comprensibles en una ópera prima e
intrascendentes en comparación a los del guión del propio Paulo, donde
imperan los lugares comunes, las soluciones de baratillo – el
protagonista refugiándose en una sala aprovechando un despiste de sus
vigilantes-, homenajes mal conseguidos a Hitchcock y unos personajes tan poco estimulantes que resulta imposible implicarse con ellos.
Los cuatro protagonistas – el resto son meros personajes de relleno que
poco aportan más allá de ser necesarios en momentos puntuales- padecen
del mal de una descripción deslavazada, aunque no afecta en igual medida
al trabajo de los cuatro actores. La que peor parada sale es Aura Garrido,
actriz por la que no siento especial simpatía, pero que aquí no tiene
la oportunidad de hacer gran cosa al estar en casi todo momento bastante
desconectada de la trama principal y sus apariciones acaban resultando
cansinas por no ayudar en nada a que la historia realmente progrese. Muy
alabado fue el trabajo de José Coronado en ‘No habrá
paz para los malvados’ (Enrique Urbizu, 2011), pero todo el talento,
carisma y garra que demostraba allí quedan aquí reducidos a tópicos
cansinos, un look que roza el ridículo y una actuación del montón.
Hugo Silva y Belén Rueda dan vida a un matrimonio
recientemente extinguido por la muerte de la segunda, pero es la
relación entre ambos la que vertebra el relato, ya que el primero ha
encontrado una forma de acabar con la vida de la segunda que no deja
rastro alguno. El crimen perfecto, uno de los ejes del cine de Hitchcock
al igual que la persecución del falso culpable, algo que sucede aquí
porque todo el mundo acaba creyendo que Silva ha robado el cadáver de su
esposa para deshacerse de algún tipo de prueba inculpatoria. El
problema es que Silva no logra esquivar las limitaciones de su personaje
a la hora de darle una mayor complejidad dramática, limitándose en
ocasiones a poner cara de circunstancias o alterar levemente su tono de
voz, según esté más tranquilo o los nervios estén haciendo mella en él.
Mejor parada sale Rueda, consciente de que tiene un papel para
divertirse como mujer despótica que quiere que todo funcione a su
manera, algo que la protagonista de ‘El orfanato‘ (Juan
Antonio Bayona, 2007) sabe aprovechar en una interpretación que oscila
entre lo dominante, chulesco y seductor, con una clara preponderancia de
los dos primeros.
En definitiva, ‘El cuerpo’ tiene un guión tan endeble y repleto de giros de tuerca poco verosímiles – el desenlace oscila entre lo vergonzoso y lo risible- que acaba destruyendo toda posibilidad de poder convertirse en una película salvable,
hiriendo de gravedad también a la credibilidad de un cuarteto
protagonista que no está suficientemente bien aprovechado. Oriol Paulo
compensa parcialmente su libreto con una puesta en escena que, pese a
ciertos errores de bulto, invita a tener cierto optimismo sobre su
futuro, pero antes de nada que deje sus guiones en manos de gente más
capacitada para ello.
TRAILER: EL CUERPO.
No hay comentarios:
Publicar un comentario